HÉRCULES
o ALCIDES, (
Ἡρακλῆς,
Heracles, en griego), héroe
tebano e hijo de
Júpiter y
Alcmena, estaba aún en la cuna
cuando Juno, enemiga suya, envió dos serpientes para que le devorasen,
y apenas el pequeño las vio, cogiolas con sus manitas y las,
estranguló. Hércules
tuvo muchos maestros:
Eurito enseñole a tirar con el arco,
Cástor a luchar perfectamente
armado,
Autólico a guiar el
carro,
Lino a tocar la lira y
cantar. Confiado desde muy joven al centauro
Quirón, llegó a ser el hombre más
valiente y más famoso de su tiempo.
El eco de su fama llegó muy pronto
a oídos de
Euristeo, rey de
Micenas, al cual Hércules, por un decreto de la Suerte, se hallaba
sujeto. En efecto, la Suerte había decretado respecto a Hércules y
Euristeo que el que naciera el último obedecería al primero. Juno, que
detestaba a la familia de Hércules, adelantó en dos meses el nacimiento
de Euristeo. Pues bien, este tirano llamó a Hércules a su corte y lo
recibió duramente, ordenándole que realizara doce temerarias empresas
llamadas
trabajos de Hércules,
de las cuales haremos un sencillo relato.
1° El león
de Nemea: Cerca de la villa de Nemea vivía un león que devastaba
los campos. Este animal, engendro del gigante
Tifón, era de una corpulencia
descomunal y llenaba de espanto todas las comarcas vecinas. Hércules,
cuando apenas contaba dieciséis años, le atacó agotando todas las
flechas de su carcaj contra su piel impenetrable, le golpeó con su maza
de hierro hasta romperla y finalmente le ahogó entre sus brazos. Desde
entonces la piel de este león le sirvió de vestido.
2° La
hidra de Lerna: sabios creen que esta hidra de
muchas cabezas personifica las innumerables serpientes
venenosas que
infestaban algunas llanuras pantanosas Una hidra espantosa desolaba las tierras de
Lerna, terca de Argos. Este monstruo tenía siete cabezas y cuando se le
cortaba una de ellas brotaban otras dos en su lugar. Hércules
cortóselas todas de un solo golpe. Los próximas a Lerna y que al
parecer renacían a medida que eran destruidas. Hércules juzgó lo más
obvio prender fuego a los cañaverales que les servían de guarida y por
este sencillísimo medio libró la comarca de estos reptiles.
3º La
cierva de Cerinia: Euristeo mandole también que le llevara viva
una cierva que tenía los cuernos de oro y los pies de bronce, moraba en
el bosque del monte Ménalo y corría con extraordinaria velocidad.
Hércules la persiguió sin descanso durante doce meses hasta que la hizo
caer en una trampa y la llevó viva a Euristeo.
4° El jabalí de Erimanto: Se le ordenó que librara a la Arcadia de un furioso jabalí que
devastaba la región. Hércules lo apresó en el bosque de Erimanto y lo
condujo ante Euristeo, el cual al verlo se sintió presa de gran espanto
y corrió a refugiarse bajo un tonel de bronce.
5º Los establos de Augias: Acometió después una hazaña tan heroica como difícil. Augias, rey de
Élida, tenía un rebaño de tres mil vacas cuyos establos no habían sido
limpiados en treinta años. Hércules, para desinfectar el país, desvió
el curso del Alfeo e hizo pasar sus aguas por los establos. El río
arrastró las inmundicias y este trabajo fue para él obra de un solo
día.
6º Las aves de Estinfalia: Cerca de un lago llamado Estinfalia, en Arcadia, moraban unos
pájaros monstruosos que se alimentaban de carne humana; sus alas, su
cabeza y su pico eran de hierro, y sus uñas más corvas que las de los
buitres. Hércules los ahuyentó haciendo retumbar unos címbalos de
bronce, los expulsó del bosque en donde se guarecían y los mató a
flechazos.
7° El toro de Creta: En la isla de Creta había un toro indomable enviado por Neptuno para
sembrar la desolación en sus confines. Hércules, después de agarrotarlo
se lo ofreció a Euristeo.
8° Las yeguas de Diomedes: Diomedes, rey de Tracia, tenía unos feroces caballos que vomitaban
llamas y a los cuales su amo alimentaba con carne humana. Hércules
domeñó estos caballos y los envió a Diomedes a quien devoraron en un
abrir y cerrar de ojos.
9° El cinturón de Hipólita: Las
Amazonas eran mujeres guerreras que moraban en el Asia Menor,
alo largo de las costas del Ponto Euxino. Hacían perecer o destrozaban
a sus hijos y educaban cuidadosamente a sus hijas en la profesión de
las armas. Euristeo encargó a Hércules que las sometiera y le llevara
el cinturón de Hipólita, que era su reina; gesta verdaderamente difícil
y en extremo laboriosa, para la cual Hércules se asoció con
Teseo, su
más esforzado amigo. Llegados juntos a las costas de Capadocia,
atacaron este poblado de mujeres, dieron muerte a buena parte de ellas,
dispersaron las restantes y llevaron cautiva a su reina.
10º Los rebaños de Gerión: Gerión, rey de la Bética, era un gigante constituido por tres
cuerpos, que tenía custodiados día y noche sus ricos rebaños por un can
de siete cabezas. Hércules recibió orden de entablar combate con este
rey y arrebatarle sus rebaños y conducirlo a Grecia. Secundado por
Yolas, consanguíneo suyo, llevó a cabo este nuevo trabajo con éxito
completo.
11º Las manzanas del jardín de las Hespérides: Seguidamente marchó a Mauritania para arrebatar las manzanas de oro
del jardín de las Hespérides. Esta preciosa fruta estaba guardada por
un dragón que no dormía jamás.
Atlas, para facilitar a Hércules el
logro de su cometido, adormeció al dragón y recogió las manzanas de
oro, mientras Hércules sostenía el cielo sobre sus espaldas.
12º La captura del can Cerbero: El último de estos trabajos fue también el más decisivo. Euristeo
le ordenó que bajara al Tártaro y arrancara de allí al Cancerbero que
era el guardián de aquellos lugares. Hércules no retrocedió ante
semejante orden, bajó al, imperio de las sombras, encadenó al monstruo
y lo arrastró fuera del dominio de los infiernos a pesar de su
obstinada resistencia.
Hércules adquirió por estos doce trabajos una gloria infinita. Todos
los príncipes le respetaron y le temieron; el mismo Euristeo que le
había expuesto a tantas pruebas, empezó a desconfiar de él; pero
Hércules, despreciando una venganza fácil, no se preocupó sino de
exterminar a los criminales y a los tiranos que oprimían la tierra.
Busiris, rey de Egipto, inmolaba en honor de Júpiter y sin clemencia
alguna, a todos los extranjeros que llegaban a sus estados: Hércules
debía sufrir los mismos tratos. El héroe, sin defenderse, se dejó
conducir, cargado de cadenas, al ara en que debía derramar su sangre;
pero apenas hubo llegado al lugar el sacrificio, después de romper los
hierros que le aprisionaban, con el mismo cuchillo que debía
sacrificarle exterminó a Busiris y a toda la familia real.
El famoso ladrón
Caco, hijo de
Vulcano, había establecido su morada en
Italia, en las riberas del Tíber, en el mismo lugar donde más tarde se
levantó la ciudad de Roma. Vivía retirado en lo más escondido de su
antro y de allí no salía sino para desolar el país con sus fechorías.
Monstruo, mita
d hombre y mitad sátiro, de una estatura colosal,
vomitaba torbellinos de fuego y su caverna estaba sembrada de huesos
humanos. Hércules, después de derrotar a Gerión, acertó a pasar junto a
la morada de Caco, rompió la enorme piedra que obstruía la entrada, se
adelantó hacia el malvado, lo sujetó a pesar del fuego que vomitaba y
lo estranguló.
Anteo, hijo de
Neptuno y de la
Tierra, medía cien pies de altura.
Puesto en acecho en los arenales de Libia, obligaba a los viajeros a
luchar con él
y los aplastaba con el peso de su cuerpo. Era un atleta tan diestro, que había hecho voto de levantar a Neptuno
un templo con los cráneos de los adversarios por él vencidos. Provocado
Hércules a combate por este gigante horrible, nuestro héroe lo derribó
en tierra, pero en vano, porque la Tierra, su madre, le daba nuevas
fuerzas siempre que con ella se ponía en contacto. Advertido Hércules
de este singular prodigio lo levantó en el aire y lo ahogó entre sus
brazos.
Después de llevar a cabo esta penosa hazaña, Hércules, cediendo al
cansancio, se durmió sobre la arena y durante su sueño fue asaltado por
una multitud de
Pigmeos, seres fabulosos que formaban un pueblo enano,
tenían solamente un pie de estatura, edificaban sus casas con cáscaras
de huevo, viajaban sobre carros tirados por perdices y segaban sus
trigales con hachas al modo que nosotros lo haríamos para talar un
bosque. Cuando las grullas u otros pájaros les hadan la guerra, los
Pigmeos se
pertrechaban con todas sus armaduras, montaban sobre
cabritos o corderos y así equipados iban al encuentro del enemigo. Para
atacar a Hércules tomaron las mismas precauciones que si se tratara de
poner sitio a una ciudad. Las dos alas del ejército liliputiense
irrumpieron sobre cada, uno de sus brazos. El cuerpo de batalla dio un
asalto a la cabeza y los arqueros dirigieron sus flechas contra el
pecho. Despertado Hércules al oír este ruido, no pudo contener su risa
y después de envolver al singular hormiguero en su piel de león los
depositó vivos ante Euristeo.
Finalmente, habiendo penetrado durante sus expediciones hasta
Gades, en
los confines de España, pensó haber llegado a los límites del mundo y
separó dos montañas llamadas Calpe y Abila (una de las cuales está en
la costa española y la otra en la africana) para poner en comunicación
el Atlántico con el Mediterráneo. En la cima de estas montañas levantó
dos columnas destinadas a mostrar a las generaciones futuras que hasta
allí había llevado sus gesta s gloriosas, y grabó en ellas esta
lacónica inscripción, que desde entonces se ha hecho proverbial:
non
plus ultra.
Los hechos extraordinarios realizados por Hércules llegaron a oídos de
Onfale, reina de Lidia, la cual ardió en vivos deseos de conocer a este
héroe incomparable. Desde su primera entrevista, lo amó y se vio
correspondida. El hijo de Alcmena, seducido por su belleza, se avino,
para complacerla, a las más serviles condescendencias y a sumisiones
i
ndignas de su gloria. Onfale ordena, Hércules obedece. La reina le
despoja de su piel de león, arroja su tosca maza, rompe sus flechas, le
viste con ropaje femenino, coloca en sus manos la rueca y el huso y le
ordena que trabaje. Con aquellas manos con que aterrara a los
monstruos, Hércules hila los vellones de lana para complacer a una
mujer caprichosa que se goza en su apuro y le pega cada vez que por
desgracia rompe o enreda el hilo.
Apenas pudo Hércules sacudir el yugo envilecedor, concibió una ardiente
pasión por
Deyanira, que estaba destinada a ser la esposa del río
Aqueloo. Aqueloo no se avino a ceder su prometida y para conservarla
luchó con Hércules cuerpo a cuerpo siendo derribado. Entonces tomó la
forma de una serpiente y con espantosos silbidos pretendió amedrentar
al héroe; Hércules le sujetó por la garganta y estaba ya a punto de
ahogarle cuando Aqueloo se trasformó en toro. Hércules no se inmutó, le
agarró por uno de sus cuernos y no cesó hasta que se lo hubo arrancado.
Las ninfas lo recogieron, lo llenaron de flores y frutas y éste fue el
cuerno de la abundancia.
Esta fábula ha tenido entre otras interpretaciones, la siguiente:
Aqueloo era un río que arrasaba las campiñas de Etolia con sus
frecuentes inundaciones; Hércules levantó fuertes diques para encauzar
al río. La metamorfosis de Aqueloo en serpiente indica las sinuosidades
de su curso, su posterior transformación en toro significa los estragos
causados con sus desbordamientos. Hércules le arrancó un cuerno o sea
que reunió en un solo lecho los dos brazos del río, y este cuerno fue
el símbolo de la abundancia, porque la normalización del curso del río
fue una fuente de riqueza para el país que recorría.
Hércules, después de vencer a Aqueloo, llevábase a su querida Deyanira
a Tirinto cuando tuvo que detenerse en la ribera del Eveno acrecido
por
las lluvias. No sabía qué partido tomar, temiendo exponer a Deyanira al
peligro que ofrecía el curso rápido de las aguas, cuando el centauro
Neso que por allí pasaba y que conocía los sitios vadeables del río, se
ofreció a conducir a la joven princesa, sobre sus espaldas, a la ribera
opuesta. Hércules se la confió pero no sin inquietud; lanzó a la orilla
opuesta su arco y su maza guardándose el carcaj y atravesó el río a
nado. Llegaba ya a la otra parte cuando oye los gritos de Deyanira que
implora su socorro, pues el centauro agarrándola fuertemente huye con
ella. "Temerario", le grita Hércules, "la velocidad que te dan tus
cuatro pies podrá salvarte de mi persecución pero no de mis flechas."
Inmediatamente el héroe dispara uno de sus dardos, que atraviesa al
centauro de parte a parte. Aquella flecha estaba envenenada. Neso
sintiéndose morir piensa aún en vengarse;
coge su túnica, empapada en
sangre y veneno, la ofrece a Deyanira y la persuade de que posee la
propiedad de avivar el cariño conyugal y devolver a sus esposas los
maridos inconstantes.
Algunos años después Deyanira quiso utilizar aquel misterioso presente.
Habiendo sabido que Hércules se hallaba en Eubea, retenido al lado de
Iole, hija de
Eurito, envió al esposo voluble, por conducto de
Licas,
la túnica de Neso. Hércules recibió gozoso el inesperado obsequio, pero
apenas la túnica fatal hubo tocado su cuerpo se sintió devorado por un
fuego interior pues el veneno había penetrado hasta sus venas. Lleno de
rabia y fuera de sí coge a Licas y lo arroja al mar y como los dolores
se recrudeciesen, lanza gritos espantosos vomitando imprecaciones
contra Euristeo, Juno y Deyanira.
Viendo Hércules que su mal no tiene remedio y que se acerca su muerte,
derriba sobre el monte Eta algunos grandes árboles y con ellos levanta
una pira, sobre la cual extiende la piel del león de Nemea, se acuesta
allí como sobre un lecho con la cabeza apoyada sobre su maza, y ordena
a
Filoctetes que prenda fuego. Cuando las llamas envolvían ya la pira y
los dioses desde la cumbre del Olimpo contemplaban con dolor la muerte
de un héroe que tantos servicios había prestado a la humanidad, Júpiter
les dijo: "No temáis, Hércules triunfará de esas llamas; la vida que de
mí recibió no puede perecer y cuando esté ya purificado por el fuego,
vendrá a sentarse entre nosotros en las mansiones celestes y todos
vosotros aplaudiréis esta merecida distinción". Los dioses celebraron
la apoteosis de Hércules, y la propia Juno dio su beneplácito
concediéndole por esposa a su hija
Hebe, diosa de la Juventud.
Yolas, sobrino y amigo de Hércules, le habla acompañado en las
expediciones más peligrosas combatiendo a su lado y desplegando en
todos los
encuentros tanto ardor como valentía. Separado de Hércules,
hizo a la familia de este semidiós, entonces tan abatida y desesperada,
objeto de su solicitud; reúne los Heráclidas (nombre con que se designa
a los descendientes de Hércules), les hace tomar las armas, aviva su
entusiasmo y se adelanta a su cabeza contra Euristeo, en la Argólida.
Auxiliado por un ejército ateniense, Yolas entabla un combate terrible
en el cual sucumbe Euristeo con sus cinco hijos (algunos escritores
atribuyen esta victoria a Hyllus, hijo de Hércules y Deyanira).
La
muerte de Euristeo, que forma época en la historia, ocurrió hacia el
año treinta, antes de la guerra de Troya.
Atreo, yerno de este rey, le
sucedió sin oposición y ocupó el trono de Argos y Micenas.
Fuente: Texto tomado de
Mitología griega y romana, de J. Humbert. Ed. Gustavo Gili S.A. México D. F. 1978
Para profundizar en la leyenda de Hércules, visita esta
página de
Henar Velasco López, del Departamento de Filología Clásica de la Universidad de Salamanca.